Aunque es un valor fundacional del éxito empresarial y personal, con múltiples virtudes y amplios beneficios, el agradecimiento no es de uso común. Más bien está quedando en desuso.
“La gratitud no es sólo la más grande de las
virtudes, sino la madre de todas las demás.”
Cicerón
En esta temporada decembrina se cruzan diferentes vectores en la vida empresarial. La velocidad se acelera, los compromisos se multiplican y el cierre de año está en puerta. Los momentos para sentarse a respirar y tomar un poco de aire son escasos, y aunque ciertamente estamos en una época que invita a la reflexión, las prisas ganan terreno. Corremos del brindis de la compañía a los compromisos de familia y en el vértigo de los acontecimientos nos olvidamos de agradecer. Muy frecuentemente, ni recordamos su significado.
La gratitud es el efecto que nos obliga a estimar el trayecto recorrido a lo largo de un año, a valorar los esfuerzos y oportunidades, y nos lleva a la voluntad de corresponder de alguna manera. Esta sensación está vinculada al trabajo en equipo, a la camaradería que nace y se fortalece con el trato y la cotidianidad. También, sin duda, es un tema de formación. La gratitud debe expresarse de manera clara, y mientras tenga formas más concretas, mejor; puede manifestarse mediante palabras, objetos o ritos. Se trata de dar reconocimiento a los demás: sea al personal que está a nuestro cargo, al jefe o a la misma empresa en la que nos desempeñamos.
Pasa inadvertida, pero existe una correlación directa entre la gratitud y el aumento de bienestar, no sólo para el individuo, sino para todas las personas involucradas en el quehacer diario. Para Lao-Tse, “el agradecimiento es la memoria del corazón”. El agradecimiento se constituye como un factor empresarial de éxito porque humaniza a las instituciones. Sin embargo, a pesar de ser un valor que engendra múltiples virtudes y que genera amplios beneficios, no es de uso común. Más bien está quedando en el desuso. Está en nuestras manos ponerlo de moda.
Muchos empresarios y ejecutivos se lamentan al ver que los esfuerzos de las instituciones no son valorados en toda su extensión. En ocasiones parece que pasan inadvertidos, en otras se cree que son merecimientos. Por otro lado, hay empleados que se sienten desmotivados, pues no perciben que sus jefes valoren su trabajo y sus empeños.
El agradecimiento es un hábito que debe ser cultivado. En nuestros días, no ejercitamos mucho este sentimiento. Vivimos en una sociedad que se confunde, en la que hay el convencimiento de que somos sujetos de derecho —y lo somos— y, por tanto, nos lo merecemos y tenemos derecho a todo, tanto en lo personal como en lo profesional, lo que implica que no tenemos nada que agradecer. Es verdad, tenemos derecho, pero el ejercicio de nuestras prerrogativas no contraviene la voluntad de dar las gracias.
La gratitud es una cualidad humana vinculada a la madurez y a la salud psicológica de las personas y a la lucidez y fortaleza de las empresas. La gratitud es un valor fundamental indispensable en nuestra vida e incluso nos trasciende y nos conecta. Hay personas que no tienen problema para ser agradecidas; en cambio, se incomodan cuando reciben el reconocimiento o la gratitud de los demás. También funciona al revés: hay quienes esperan muestras de agradecimiento pero son incapaces de dar las gracias.
Digo que hace falta ejercitar el agradecimiento porque la gente no sabe qué hacer con muestras de gratitud. Eso muestra que no es común recibirlas. Al dar las gracias por las oportunidades recibidas este año, uno de mis clientes me preguntó: ¿me vas a cobrar más el próximo año? No, te estoy dando las gracias. Otro pensó que lo estaba bromeando. Pero cuando ambos se dieron cuenta de que el sentimiento era sincero, hubo una conexión entrañable.
Las empresas no saben cómo integrar el agradecimiento a sus valores estratégicos; deberían aprender por las siguientes razones:
El agradecimiento debe ser ejercido en presente. “Nadie da gracias al cauce seco del río por su pasado”, palabras de Rabindranath Tagore que van en el sentido de no tardarnos en mostrar gratitud. Con independencia de la posición en la que estemos, reconocer aquello que se hace por nosotros es relevante y puede afectar, positiva o negativamente, la consecución de nuestros objetivos.
Además, hay un círculo virtuoso que se genera a partir del agradecimiento. En la tradición islámica, Mahoma aconseja: “Agradezcamos a los que nos benefician y beneficiemos a los agradecidos.” Sí, mostrar gratitud es darse cuenta de que alguien estuvo ahí para ayudar, para dar ánimos y para facilitar la continuidad. No es mala idea ser un jefe o un subordinado agradecido. Además de considerarse un valor fundacional del éxito, dispone beneficios y propicia buenos resultados.
En esta temporada decembrina, en la que se cruzan diferentes vectores en la vida empresarial, en que la velocidad se acelera, los compromisos se multiplican y el cierre de año está en puerta, no estaría demás reflexionar si nuestra empresa, y nosotros mismos, tenemos al agradecimiento como un factor de éxito.
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Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena
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