Durante este verano, la residencia “No Me Quiero Ir de Aquí” de Bad Bunny atrajo a más de 600 mil visitantes a Puerto Rico y generó alrededor de 200 millones de dólares en ingresos turísticos.
El impacto no se limitó a hoteles y restaurantes: el fenómeno revitalizó barrios, comercios locales y espacios culturales, demostrando que la música puede transformarse en un activo económico de gran alcance.
Los 30 conciertos celebrados entre julio y septiembre de 2025 se convirtieron en el mayor atractivo de la isla en años. La venta de boletos superó las 400 mil entradas en apenas cuatro horas, reflejo del alcance global del artista.
Esta afluencia de visitantes no solo impulsó la ocupación hotelera, también fortaleció al transporte, los servicios de logística y la oferta de experiencias culturales.
Cultura como valor agregado
El interés de los fans se extendió más allá de los escenarios. Muchos recorrieron supermercados, escuelas y vecindarios ligados a la infancia del cantante. Esa dinámica dio pie a recorridos temáticos y a la integración de la comunidad en iniciativas turísticas que mostraron una cara más auténtica de Puerto Rico.
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Estrategia de largo alcance
La campaña de promoción evitó la tradicional imagen de sol y playa para destacar la identidad cultural. Este giro reposicionó a la isla como destino creativo, lo que permitió a marcas locales de moda, gastronomía y diseño ganar visibilidad ante públicos internacionales.
El efecto de la residencia no terminó con los últimos acordes. Según datos de la Fundación Buenas Vibras, el evento dejó más de 2 mil empleos temporales y consolidó a Puerto Rico como uno de los principales polos culturales del Caribe.









