Solo 21 % de los empleados en el mundo se siente comprometido con su trabajo, de acuerdo con Gallup. Esta cifra refleja un problema más profundo conocido como quiet cracking: un deterioro silencioso que afecta la motivación, la salud emocional y la productividad de millones de trabajadores. A diferencia del burnout, que suele ser evidente, este desgaste se esconde tras la rutina diaria y pasa inadvertido hasta que sus consecuencias resultan difíciles de revertir.
Síntomas invisibles que afectan la vida laboral
Quienes lo experimentan hablan de fatiga crónica, llanto en el trayecto a la oficina y sensación de estar atrapados en un ciclo sin salida. Se trata de empleados que cumplen con sus obligaciones mínimas, pero que han perdido entusiasmo y energía. El riesgo es doble: por un lado, se incrementa el ausentismo y, por otro, se abre la puerta a conflictos laborales derivados de un entorno que no protege el bienestar psicológico.
Impacto económico y jurídico
El costo global de este desgaste alcanza miles de millones de dólares por la caída en productividad, la rotación y el ausentismo. Para las empresas, el fenómeno no solo es financiero, sino también jurídico. Normas cada vez más estrictas obligan a garantizar entornos saludables, lo que convierte al quiet cracking en una amenaza directa a la estabilidad laboral y en un detonante de posibles litigios por omisión en el deber de cuidado.
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Un desafío para la gestión de talento
Los especialistas recomiendan vigilar señales tempranas como cambios de comportamiento, promover espacios de comunicación abierta y fomentar límites claros entre vida personal y profesional. Invertir en liderazgo empático y en planes de desarrollo resulta clave para contener un fenómeno que ya muestra dimensiones globales.
El 79 % de los trabajadores que no se sienten comprometidos representa un mercado laboral vulnerable que, según estimaciones, podría traducirse en pérdidas anuales superiores a 438 000 millones de dólares a nivel mundial.









