En Perú, la conversación empresarial ha girado durante años en torno a la innovación, la digitalización o el acceso a mercados. Sin embargo, un elemento silencioso pero decisivo comienza a ocupar el centro: la integridad. No como un ideal ético abstracto, sino como una estrategia real para competir, retener talento y generar valor sostenible.
Las empresas peruanas enfrentan hoy una presión creciente por demostrar no solo eficiencia operativa, sino también coherencia ética. Casos recientes de corrupción y escándalos corporativos han despertado una conciencia colectiva: sin transparencia, no hay confianza. Y sin confianza, no hay inversión, colaboración ni reputación duradera. Esto ha impulsado a gremios como Confiep y Perú Sostenible a posicionar la integridad como eje del desarrollo empresarial.
La integridad como ventaja competitiva
No se trata solo de evitar riesgos legales. Las compañías que integran prácticas de gobernanza ética, políticas anticorrupción claras y cultura organizacional basada en la honestidad, logran mejores relaciones con sus grupos de interés. Además, cada vez más jóvenes talentos priorizan empleadores con propósito claro y valores sólidos, convirtiendo la cultura ética en un activo de atracción.
En octubre de 2025, más de 130 empresas firmaron la “Declaración de Integridad” impulsada por Perú Sostenible. Este movimiento empresarial propone estándares claros en materia de transparencia, compliance y mecanismos de denuncia. El objetivo: construir un entorno de negocios justo, donde la confianza no sea una excepción, sino la base.
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