Una vulnerabilidad invisible pone en jaque a miles de empresas mexicanas: el cibercrimen organizado. Aunque México ocupa el segundo lugar en América Latina en cantidad de ataques cibernéticos, con más de 187 mil millones de intentos durante el primer semestre de 2025, muchas organizaciones siguen operando sin protocolos sólidos de ciberseguridad ni conciencia real del riesgo.
El verdadero problema no es solo técnico, sino cultural. En el entorno corporativo mexicano, la ciberseguridad aún no se percibe como una responsabilidad estratégica. Se asume como una función aislada de los departamentos de TI, cuando en realidad debería estar integrada en cada decisión operativa y en el ADN de la empresa.
La ciberseguridad comienza con la mentalidad empresarial
Las cifras son claras: de los ataques dirigidos a empresas mexicanas, 72% involucran algún tipo de ingeniería social, es decir, manipulación psicológica hacia empleados para obtener accesos privilegiados. Esto revela que el eslabón más débil no es el software, sino el factor humano. Sin una cultura digital sólida y transversal, las empresas quedan expuestas a extorsiones que comprometen su operación y reputación.
Además, el crecimiento de la digitalización empresarial tras la pandemia ha incrementado los riesgos. Modelos híbridos de trabajo, almacenamiento en la nube y procesos automatizados requieren una nueva mentalidad organizacional. Esto no implica frenar la innovación, sino acompañarla con una infraestructura ética y tecnológica responsable.
Por otro lado, la protección digital también representa una ventaja competitiva. Empresas que incorporan ciberseguridad desde el diseño de sus procesos no solo previenen pérdidas millonarias, sino que fortalecen su valor de marca y confianza frente a inversionistas, clientes y colaboradores.
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