Lo impensable se abre camino desde los laboratorios hasta las agendas gubernamentales: enfriar deliberadamente la Tierra. A medida que los efectos del cambio climático se intensifican en México y el mundo, la geoingeniería solar una rama aún polémica empieza a emerger como posible herramienta para reducir el calentamiento global, no sin despertar preguntas urgentes.
Investigadores del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) han señalado que la temperatura media global podría superar el umbral de 1.5 °C en apenas cinco años. Frente a esta proyección alarmante, algunos científicos proponen técnicas como la inyección de aerosoles estratosféricos para reflejar parte de la radiación solar. La idea no es nueva, pero su implementación real ya no parece ciencia ficción.
Geoingeniería solar: entre urgencia y dilemas éticos
El Consejo Asesor del Clima de la ONU planteó la necesidad de abrir la discusión sobre estos métodos. A diferencia de otros enfoques tecnológicos, como la captura de carbono o la reforestación masiva, la geoingeniería solar busca efectos casi inmediatos, aunque temporales. Esto plantea dilemas éticos sobre quién decide, quién se beneficia y quién asume los riesgos.
Del mismo modo, México enfrenta sus propias paradojas. Con regiones como Sonora y Baja California alcanzando máximos históricos de temperatura este año, la urgencia se vuelve local. ¿Debe el país apostar por soluciones radicales o profundizar en estrategias de mitigación y adaptación sustentables?
Aunque hoy no existe consenso global sobre su viabilidad, un informe de octubre de 2025 de la Universidad de Harvard confirma que al menos seis naciones ya estudian proyectos piloto de geoingeniería solar. La conversación ha dejado de ser futurista y ahora exige gobernanza, ciencia transparente y participación global.
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