Las ideas más revolucionarias no siempre surgen de laboratorios ultratecnológicos. A veces, están en la tierra misma. En Argentina, una alianza entre el CONICET y la empresa BioEnvasa demuestra cómo la innovación puede brotar desde los cultivos más tradicionales. Su desarrollo de bolsas biodegradables a partir del almidón de mandioca marca un punto de inflexión en la industria del packaging sustentable.
Esta iniciativa, impulsada desde la provincia de Misiones, aprovecha la mandioca local fuente abundante y culturalmente arraigada para fabricar bolsas que no solo son 100% biodegradables y compostables, sino que además pueden disolverse en agua caliente en pocos minutos. Un avance que deja atrás al plástico convencional y que, en pruebas industriales, ya compite con materiales importados, con un diferencial: está pensado desde y para la región.
Sustentabilidad e innovación con ADN local
El proceso, que integra ciencia aplicada, know-how empresarial y economía circular, convierte residuos agrícolas en productos de alto valor agregado. Además de evitar la dependencia del petróleo, estas bolsas se degradan naturalmente en 180 días y no generan microplásticos. Están certificadas por el IRAM y cumplen normativas internacionales de compostabilidad, lo que abre oportunidades de exportación a mercados exigentes como Europa y Estados Unidos.
BioEnvasa no solo apunta al reemplazo de bolsas de supermercado. Su línea incluye films y embalajes para logística, adaptándose a las necesidades de industrias que ya buscan soluciones más responsables.
En un contexto donde Latinoamérica busca modelos productivos más sostenibles, esta innovación argentina ofrece algo más que una alternativa ecológica: representa un modelo replicable de articulación entre ciencia pública, recursos locales y visión empresarial de largo plazo.
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