Los motores del crecimiento económico en Latinoamérica están encendidos, pero necesitan combustible institucional para avanzar con fuerza. Proyecciones del Fondo Monetario Internacional anticipan una expansión promedio del 2,5% en 2026, ligeramente por encima del 2,3% previsto para 2025. Sin embargo, detrás de esa cifra hay realidades dispares y retos comunes que marcarán el camino de cada país.
México, Brasil y Colombia podrían liderar la región
México destaca por su cercanía con Estados Unidos y el impulso del nearshoring. Aunque el crecimiento proyectado es moderado, del 2,1% para 2026, su posición estratégica y su entorno manufacturero ofrecen oportunidades para el ecosistema empresarial si se fortalecen las condiciones regulatorias y energéticas. Brasil, con un 2,2% estimado, mantiene su peso regional, y Colombia aparece como la sorpresa: su PIB crecería 3,5% en 2026, el más alto entre las principales economías.
El Banco de la República de Colombia ha actuado con prudencia, bajando la tasa de interés hasta 11,25% en octubre de 2025. Esto ha generado confianza sin desbordar el consumo, mientras la inflación sigue bajando. El manejo responsable de las finanzas públicas y señales claras al sector privado han reforzado su dinamismo.
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Latinoamérica necesita más que cifras para crecer
Argentina y Chile enfrentan un panorama más complejo. En el caso chileno, el FMI proyecta un crecimiento de apenas 2,2% para 2026, y para Argentina, el 2,8% dependerá de una estabilización todavía lejana. El caso colombiano muestra que, con señales claras y reformas bien dirigidas, se puede convertir la incertidumbre en oportunidad.
Aunque los pronósticos globales apuntan a una desaceleración del crecimiento, se espera que América Latina mantenga una resiliencia sostenida, apoyada por el impulso de inversiones estratégicas y una inflación contenida, que cerraría 2025 en 8,5% para la región.









