Las olas de calor ya no son excepcionales, son parte del día a día en buena parte de México. Mientras los termómetros rebasan los 40 °C en múltiples regiones del país, el entorno laboral enfrenta un reto urgente: proteger la salud de las personas trabajadoras frente al estrés térmico.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que, para 2030, se perderán más de 2% de las horas laborales globales por esta causa. En México, donde muchas actividades se realizan en exteriores o sin climatización adecuada, las implicaciones son profundas y demandan acción inmediata. El impacto no es solo en productividad, también en seguridad, salud y sostenibilidad organizacional.
Bienestar laboral frente al estrés térmico
El estrés térmico no distingue entre industrias, pero afecta con mayor fuerza al sector agrícola, la construcción, la manufactura ligera y los servicios urbanos. Del mismo modo, las empresas que operan en zonas con infraestructura limitada se enfrentan a un doble desafío: proteger a su fuerza laboral y garantizar la continuidad operativa.
Para afrontarlo, la OIT impulsa estrategias integrales que incluyen pausas activas, cambios en la jornada laboral, acceso constante a agua y sombra, así como la implementación de sensores de temperatura. En el centro de estas medidas está el rediseño de las culturas laborales hacia modelos más resilientes, centrados en el bienestar como base de la productividad.
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Empresas que se transforman
El cambio climático ya no es un tema ambiental aislado; es un asunto estratégico para las organizaciones. Adaptarse no es solo una obligación legal o ética, es también una ventaja competitiva. Las empresas que lo entienden están liderando una transformación que reconfigura sus espacios, protocolos y liderazgos, colocando la salud de las personas al centro.
