Durante los últimos meses, las empresas estadounidenses han logrado contener parte del impacto de los aranceles impuestos por el gobierno de Donald Trump, que hoy generan ingresos mensuales de hasta 30,000 millones de dólares en derechos de aduana. Esta estrategia de contención ha protegido a los consumidores, pero los márgenes de ganancia comienzan a resentirse.
Según Goldman Sachs, las compañías absorbieron cerca del 51 % de los nuevos costos arancelarios hasta agosto, transfirieron el 37 % a los consumidores y el 9 % a sus proveedores. Este equilibrio temporal permitió frenar una escalada inflacionaria inmediata, aunque a costa de la rentabilidad. En consecuencia, varias corporaciones ya buscan alternativas para compensar el impacto sin afectar la competitividad.
Innovar ante la presión: la nueva cultura empresarial
Empresas como Nike, Mattel, Raytheon y 3M reconocen haber desembolsado cientos de millones de dólares por concepto de aranceles. Frente a ello, algunas optan por optimizar sus cadenas de suministro o renegociar con proveedores; otras, como Autoliv, han recuperado hasta el 75 % de sus costos gracias a estrategias de eficiencia y diversificación. La capacidad de adaptarse y reorganizar procesos se convierte en un rasgo esencial de la cultura empresarial contemporánea.
Por otro lado, sectores como el automotriz y el del acero muestran cómo las políticas comerciales pueden redefinir la dinámica de la competencia interna. Cleveland-Cliffs, por ejemplo, reportó un aumento significativo en la demanda nacional de acero tras los nuevos aranceles. Del mismo modo, fabricantes locales comienzan a ganar participación en un entorno donde el origen del producto influye tanto como su precio.
Si este artículo te está gustando, podrías leer: La dignidad de alquiler: el mercado de “empleados falsos” en China.
La realidad es que muchas compañías pequeñas no cuentan con el poder de negociación de las grandes. Richard Rosenfeld, fundador de Two Leaves and a Bud, tuvo que aplicar la mayor alza de precios en la historia de su empresa para sobrevivir al encarecimiento del té importado. Su historia refleja el punto de tensión donde el ingenio empresarial se enfrenta a los límites del sistema económico global.
En agosto, los datos del Harvard Pricing Lab confirmaron que los productos fabricados en Estados Unidos comenzaron a subir de precio junto con los importados, lo que indica una transferencia progresiva del costo a toda la cadena productiva. Si la tendencia continúa, los consumidores sentirán de forma más directa el peso de una política comercial que redefine no solo los precios, sino también la manera en que las empresas innovan para mantenerse a flote.









