En México, las mujeres representan más de la mitad de la población, pero siguen teniendo menos inclusión financiera formal que los hombres. Esta desigualdad limita su capacidad de emprender, ahorrar y construir una autonomía económica sólida.
A pesar de que muchas mujeres participan en programas de financiamiento inclusivo, su presencia en cuentas de inversión sigue siendo baja. Según el INEGI, solo el 36.6% de los establecimientos en México tienen una mujer como propietaria, y apenas tres de cada diez Pymes están lideradas por mujeres.
Estas cifras reflejan la realidad de millones de mujeres que desean salir adelante a través del emprendimiento, pero que se enfrentan a múltiples obstáculos para acceder al crédito, la inversión y la educación financiera.
Cuando las mujeres no pueden acceder a servicios financieros formales, no solo se ven afectadas individualmente, sino que toda la economía sufre.
Estudios del Banco Mundial indican que solo el 30% de las mujeres en México acceden a servicios financieros formales, mientras que en el caso de los hombres la cifra asciende al 50%.
Esto significa que no solo se perpetúan desigualdades de género, sino que también se pierde una oportunidad de crecimiento económico a gran escala. Las mujeres que tienen acceso a productos financieros suelen invertir más en educación, salud y bienestar familiar, generando un efecto multiplicador positivo en sus comunidades.
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