En México, el capital privado ha consolidado una preferencia clara: invertir en deporte antes que en arte. Mientras proyectos deportivos atraen hasta cinco veces más recursos que las iniciativas culturales, crece un vacío de oportunidades en una industria que, bien gestionada, puede ser tan rentable como transformadora. Esta decisión no solo revela una inclinación del mercado, también pone en evidencia cómo se subestima el valor económico de la cultura en el desarrollo empresarial y social.
Inversión cultural: una oportunidad no aprovechada
El más reciente informe del Sistema de Información Cultural (SIC) muestra que, entre enero y septiembre de 2025, las empresas mexicanas canalizaron 105 millones de pesos a actividades deportivas, mientras que el arte recibió apenas 19 millones. Aunque ambas áreas cumplen funciones sociales clave, el desbalance no refleja solo un tema de gustos o filantropía: evidencia una percepción limitada del arte como vehículo de innovación y crecimiento económico.
Del mismo modo que los deportes proyectan marca, desarrollan comunidades y generan empleos, la cultura puede detonar nuevas industrias, estimular la creatividad empresarial y fortalecer el capital simbólico de una compañía. Sin embargo, muchas firmas siguen pensando en la inversión artística como un gasto sin retorno tangible.
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Innovación, cultura y estrategia empresarial
Invertir en arte no es únicamente patrocinar exposiciones o apoyar colectivos emergentes. Es también impulsar economías creativas, ampliar la influencia de marca y desarrollar productos culturales con alto valor agregado. Empresas como Gucci, Netflix o incluso Grupo Bimbo lo han entendido, integrando lo artístico a sus modelos de negocio para conectar emocionalmente con audiencias y generar identidad.
