Hablemos del control de riesgos: su grado de predictibilidad, posibilidad de control y manejo. Y del consejo de administración como un metafórico paracaídas que debe llevar una efectiva administración integral de riesgos.
El hacer negocios y ser empresario es una actividad bastante riesgosa. Cada día estás exponiendo tu patrimonio y futuro por la ética personal de trabajo, las condiciones del mercado y otros factores, algunos dentro de tu control, otros no.
Para ello, entre otras cosas, existe el Consejo de Administración. Un metafórico paracaídas que debe llevar una efectiva y adecuada administración integral de riesgos a fin de prever acontecimientos que generen una situación adversa para la empresa.
Aun cuando la gestión de riesgos es una de las labores fundamentales que corresponde desarrollar a los Consejos de Administración, en la práctica son muy pocas las empresas familiares donde ésta se realiza correctamente. Y la razón de ello es simple: se trata de una actividad difícil de efectuar cuyos resultados prácticos no siempre son efectivos. Sin embargo, de todas formas puede ser útil aclarar cómo el Consejo y los directores pueden hacer frente a esta muy importante labor.
Considero valioso utilizar el enfoque que siguen algunas empresas de separar los riesgos en tres categorías en función de su grado de predictibilidad, posibilidad de control y manejo, y, lo que es muy importante, la magnitud de sus potenciales perjuicios.
La tarea principal de la gestión de riesgos es asegurar la estabilidad del negocio y dar tranquilidad a los stakeholders de la empresa. También por medio de una adecuada gestión de riesgos se consigue reducir costos y pérdidas, lograr una cultura preventiva y sobretodo, estar preparados para saber cómo comportarnos en determinadas situaciones que pudieran derivar en una crisis.
Finalmente conviene tener presente que la gestión de riesgos requiere de liderazgo, especialmente en los buenos tiempos cuando no hay nubes en el horizonte que hagan predecible la llegada de una tormenta. Los directores generales y los Consejos de Administración necesitan tener la firmeza de carácter para rechazar involucrarse en iniciativas o negocios aparentemente rentables que exponen a la empresa a riesgos excesivos, que la pueden llevar a su cierre anticipado.
Cuando un empresario empieza a perder la calma, a preocuparse o desesperarse por las dificultades o problemas, o porque no está alcanzando los objetivos previstos, la respuesta natural es apurarse y empezar a forzar las cosas, sin medir los riesgos. Esta respuesta común lo único que genera es que se cometan más errores y que al final se empeoren las cosas. Ante esos momentos de frustración, preocupación o desesperación, lo que debemos hacer es procurar mantener el control, y la mejor forma de lograr ello es reducir la marcha, tomarnos una pausa, analizar bien la situación y planificar bien el siguiente paso.
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