En el competitivo mercado laboral de España, los algoritmos que alimentan la inteligencia artificial están consolidando estereotipos que deberían estar superados. Lejos de generar oportunidades igualitarias, esta tecnología asigna a las mujeres trabajos asociados a la juventud y a la inexperiencia, relegándolas a posiciones de menor jerarquía y salario.
Un estudio reciente de la Universitat Oberta de Catalunya reveló que la IA refuerza sesgos de género al vincular el liderazgo y la experiencia con características masculinas. En plataformas de reclutamiento, las recomendaciones para mujeres se enfocan en puestos de asistente o de cuidado, mientras los hombres reciben ofertas relacionadas con dirección y toma de decisiones.
Esto sucede no porque la IA tenga intenciones, sino porque aprende de datos históricos profundamente marcados por décadas de discriminación estructural.
Sesgos invisibles en la inteligencia artificial
Esta distorsión algorítmica es silenciosa pero contundente. Las bases de datos utilizadas para entrenar modelos de IA reflejan decisiones pasadas: hombres ascendiendo en la jerarquía, mujeres estancadas en la base organizacional. Como resultado, los sistemas automatizados reproducen una historia que no debería repetirse.
Además, estos patrones se replican con rapidez. Al tomar decisiones a gran escala, la IA amplifica prejuicios en lugar de corregirlos, dejando fuera del radar a mujeres con trayectorias sólidas que buscan acceder a posiciones de liderazgo.
Transformar esta realidad requiere auditar los algoritmos, nutrirlos con datos diversos y fomentar entornos laborales donde la diversidad sea un activo estratégico. La tecnología no es neutral, pero puede ser una herramienta de equidad si se usa con responsabilidad.
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