A finales de octubre, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) dio a conocer su decisión de política monetaria y, a pesar de no realizar algún cambio en la tasa de interés, dejó en claro al mercado que el primer “apretón” está cada vez más cerca.
Esta idea se origina de un cambio en el lenguaje, sobre todo al eliminar la parte donde daba mayor peso al desarrollo internacional.
Pero el énfasis del Banco Central en las condiciones internas de la economía estadunidense se tradujo rápidamente en que las probabilidades de un alza de tasa de interés para este año se incrementaran de manera importante, al colocarse ya por arriba de 50 por ciento.
Antes de la reunión que sostenga el Comité de Tasas (FOMC, por sus siglas en inglés) el 16 de diciembre se conocerán varios indicadores clave para la toma de decisiones, destacando un reporte más de la Nómina no Agrícola de noviembre, pero sobre todo cobrarán importancia los discursos de los funcionarios que deciden el futuro de los Fondos Federales.
La semana pasada de Janet Yellen, presidenta del Banco Central estadunidense, insistió en que la economía de su país seguirá creciendo a un ritmo suficiente para generar avances hacia los objetivos de pleno empleo y una inflación de 2%, por lo que reconoció que diciembre podría ser “una posibilidad viva” para el inicio de la normalización monetaria.
Tal parece que la Fed ya comienza a advertir que el periodo de gracia que dio en la reunión de septiembre a los mercados y a las economías del resto del mundo para que se prepararan ha terminado. Más bien ahora comienza a utilizar la comunicación para que no se encuentren desprevenidos en caso de un aumento de la tasa en diciembre.
Cabe recordar que la comunicación es una de las virtudes por las que Yellen fue elegida como presidenta de la Fed y, desde entonces, gran parte de su política se ha centrado en mandar señales claras al mercado.
Mientras tanto, el Banco de México parece haber cumplido ya desde hace tiempo con la tarea de prepararse para estar a la espera de la Fed y, a pesar de la fuerte volatilidad observada en los mercados financieros, no han existido desajustes fuertes en los activos financieros del país.
El propio gobernador de Banxico, Agustín Carstens, reconoció en su reporte trimestral de inflación que le conviene más a nuestro país que la Fed comience a elevar la tasa de interés, pues sería una señal de que nuestro principal socio comercial está mostrando una recuperación más sostenida.
La decisión de la Fed podría generar algunas distorsiones, en especial en el mercado cambiario, pero serían momentáneas porque las perspectivas económicas del país se beneficiarán de la mejora estadunidense. Lo anterior será reconocido entre los inversionistas, particularmente en un entorno en que la mayoría de las economías emergentes presentan severos problemas económicos y financieros.
El peso mexicano se ha depreciado considerablemente, aunque este ajuste se ha realizado de manera ordenada por la intervención de la Comisión de Cambios, quien ha utilizado parte de la gran cantidad de reservas internacionales que se habían acumulado justamente para enfrentar momentos de volatilidad.
Lo más importante es que con una inflación en mínimos históricos y a pesar del deterioro cambiario las perspectivas de inflación se han mantenido ancladas. Ello sin duda refleja la credibilidad de Banxico, quien anticipa que la inflación para el siguiente par de años se encontrará en niveles muy cercanos a 3%, con lo cual finalmente estaría logrando la consolidación en su objetivo, algo que no se había conseguido fácilmente.
La Fed seguirá poniendo nerviosos a los mercados y a algunas economías que no han cumplido su tarea de poner en orden sus variables internas, pero parece que México se encuentra en una zona relativamente cómoda para actuar en el momento en el que comience el ciclo monetario restrictivo estadunidense.
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