México, 17 Sep.- El deporte tiene innegables y evidentes aportes formativos en el desarrollo del ser humano. Siempre se le vincula con valores universales que todo el que lo práctica corrobora.
Para la UNESCO por ejemplo, cada individuo debe tener la posibilidad de desenvolver sus facultades físicas, intelectuales y morales por medio del deporte; y desde 1978 lo declaró como derecho fundamental indispensable para el desarrollo de la personalidad del ser humano.
Por otra parte la ONU integró el Grupo Interinstitucional sobre el Deporte para el Desarrollo y la Paz en 2003, conformado por mas de cincuenta países, nueve agencias, programas y fondos de Naciones Unidas, entidades intergubernamentales, así como organizaciones civiles y federaciones deportivas, que acogen al deporte en un sentido amplio e identifican su papel en el desarrollo humano y la paz.
Eduardo Sánchez Urrutia explica que este grupo afirma que el deporte, desde el juego y la actividad física, hasta el de competencia, tiene un papel muy importante en todas las sociedades, particularmente en el desarrollo de los niños ya que enseña valores esenciales como la cooperación y el respeto.
El deporte fortalece la integración, la inclusión, la igualdad, la solidaridad, la sana competencia, la amistad, las aptitudes de asociación y de voluntariado, así como la asimilación del triunfo y de la derrota de quienes participan en él.
En este orden de ideas, Sánchez Urrutia concluye que el deporte más practicado del mundo honra los principios enlistados y que colabora inculcándolos entre los 3 mil 500 millones de aficionados que tiene en el mundo. Desafortunadamente, el experto concluye que la respuesta es no.
Es difícil encontrar un deporte que tenga tan arraigado el engaño y la deshonestidad en la cancha. Pretender usar la mano sin ser visto, fingir recibir una falta para lograr un penal, simular una lesión para acabar con el tiempo o para que sancionen al contrario, son algunos de los recursos tramposos arraigados en el fútbol. Llama la atención que los buenos jugadores deben tener algo de talento en el arte de timar, además de que el gran colectivo -particularmente sus simpatizantes- se lo reconozcan disfrazado de viveza o picardía.
Además, la impotencia y frustración que generan en los rivales estos comportamientos –en especial si inciden en el resultado del partido-, suelen desembocar en acciones violentas dentro y fuera de la cancha, mostrando su cara más obscura. Es aberrante que en 2015 hayan muerto en promedio 2 personas semanales relacionadas con la violencia en el balompié alrededor del mundo.
Hay partidos con tal dosis –o sobredosis– de mala fe, que las multitudes aficionadas, a veces países enteros, caen en desánimo, frustración, rabia o la combinación de las tres. Perder o ganar generan emociones tan contradictorias como naturales; que la trampa triunfe o ganar engañando es el antivalor por excelencia.
Por si fuera poco, mas allá de la cancha sobran las historias de partidos amañados por todo el mundo, cachirules, obcecación por no usar nuevas tecnologías para transparentar las decisiones arbitrales y recientemente el caso más escandaloso de corrupción al más alto nivel en la FIFA. En pocas palabras, el fútbol mundial vive la peor época de descredito y falta de credibilidad.
Hace unos días, la serie B Italiana implementó por primera vez en una liga profesional, una tarjeta verde con la que el árbitro recompensará el fair play entre los jugadores. Aunque no se tiene claro como funcionará exactamente (al parecer se premiará de alguna manera al que acumule más al final de la temporada), es sin duda una bocanada de aire fresco para los que gustamos de este hermoso deporte.
Está a la vuelta de la esquina un cambio en el timón de la FIFA, que como sabemos, ha sido manejada por delincuentes por décadas. Aunque se antoja difícil ante los monumentales intereses económicos que representa, esperamos que lleguen personajes con alturas de miras que entiendan lo mucho que pueden hacer por el espectáculo… pero más importante, por millones de niños que pueden aprender, por ejemplo, que en el juego como en la vida hay que ser honestos.
En el fútbol es tiempo de que se le dé más importancia al verde del juego limpio y menos al de los dólares.
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